2008-03-12

Di no al spoken word


Ahora que Rocío Cerón festeja que la poesía defeña goza auge de spoken word, aceptemos su provocadora invitación a discutir cuál es su significado.

El slam poetry no viene de los noventa. Es pop ochentero.

Los beats reintrodujeron el cuerpo al poema. Cuatro o cinco de ellos fueron grandes poetas. Seguidos de centenares de pésimos. Los epígonos de éstos fueron los que crearon el spoken word tres décadas después.

Es ingenuo copiar una moda tan risible. No es el mejor camino fuera de la crisis del verso mesoamericano. Más bien: da un poco de pena ajena.

Al spoken word se llega cuando: 1) hay carencia de buena poesía, 2) no se tiene una solución real, 3) se disfraza la crisis haciendo shows populistas.

Debido al infortunio geográfico, he asistido a muchos de esos espectáculos en California y NYC. Son 99 por ciento espantosos. En Tijuana padecemos ese tipo de poesía retro desde los noventa. Ha sido lo peor que pudo pasarle a la literatura fronteriza. Espero que en el DeFe Ebrard pronto la prohíba.

Pero no. Ebrard la apoyaría. Hagamos deditos, pues, para que no se entere.

Sí, solemnizar es aborrecible. Pero ¡la spoken word es lo más solemne! Busca la comunicación. La poesía no quiere comunicarse. Poesía es desconocer.

No tardarán en llorar en open mic. O rapear. O leer fumando. O vestirse sexy. O ponerse una boina. O alguna ridiculez similar. ¿Es eso lo que proponen para ir más allá de Sabines y Paz? No la jodan. Hay que ser originales.

La spoken word es confesional. Reaccionaria. Es una vuelta al yo lírico. Es como si Parra no existiera. Y el yo llorón, o el yo-yo, ¡yo!, pre-neobarroco, pre-language poetry, pre-concretismo, pre-surrealismo, pre-dadaísmo, ¡pre todo!, se reinstala, en lugar de hacer algo ESTRUCTURALMENTE innovador.

Gente hablando de lo “cotidiano”, “expresándose” (¿creer en la “expresión” a estas alturas?), cool-recitando poesía “accesible”, romantizando la figura del poeta, no tiene nada de nuevo. Los estadunidenses lo inventaron para su clase media intelectual. Mezcla de look snob & everything goes intercultural.

Compite para “mover” al público. Pasa del metrónomo al aplausómetro. La oralidad antigua erosionaba al yo. El spoken word, en cambio, es una oda al narcisismo.

No es cierto que la spoken word experimente con el performance. Lo que hace es ensalzar al poeta-como-rockstar, al poeta como superestrella de café o bar.

Lo que sigue de ahí es que los poetas dejen Sanborns para escribir en Starbucks. Y llamen a eso “revolución de la palabra”.

Hay crisis versal. Refriteando poéticas retrógradas estadunidenses no saldremos de ella. No hay necesidad de vaivenar entre remakes de spoken word y mcpoesía paceonal.

La poesía transgresora nunca es reconocible. Y el spoken word —carraspeos— ya tiene copyright.

Heriberto Yépez (heribertoyepez@gmail.com)

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